martes, 30 de noviembre de 2010

Una tarde miraba jugar a los niños en la ludo.
Yo sólo miraba, no me necesitaban, ni a mí ni a ningún monitor.

Estaban viviendo la esencia del juego infantil, sin adultos que les dirijan ni juguetes que les encaminen. Con los bloques gigantes de construcción hicieron un castillo, con los pañuelos se disfrazaron de príncipes, princesas y cazadoras de dragones y con su imaginación inventaron una historia viva que ellos interpretaban.

No se conocían entre ellos, pero eso daba igual, lo importante era su juego y el grupo que formaron alrededor de él. Reían, eran felices, empezaron cazando dragones y terminaron comiendo como una familia algo que uno de ellos preparó. 

Una tarde miraba jugar a los niños en la ludo y comprendí lo afortunada que soy. 

Puedo, cada día, retomar mi infancia, la inocencia de entonces, puedo modelar las historias a mi antojo, porque ellos me han enseñado que la protagonista de todo lo que pasa soy yo y si no me gusta cómo se desarrolla el juego, pues lo cambio.

Gracias, niñ@s

No hay comentarios:

Publicar un comentario